sábado, 23 de mayo de 2009

Hasta las Manos

Estaba un día paseando, tenía apenas 14 años y creía que ya me sabía unas cuantas.
La tipa estaba en un BMW de un par de años color gris estacionado en una esquina a las tres de la tarde, y sentada en el asiento del conductor, sacando la cabeza por la ventana me preguntó si conocía una calle.
Por supuesto que la conocía, estaba entre las cosas que ya sabía y por las que andaba exclusivamente con mi soledad.
La tipa, de unos 50 con el pelo morocho, de tez trigueña tirando a oscura, intentó ser de lo más amable y por un momento, pretendió no entender las explicaciones que le dí acerca de cómo tomar esa calle.
Obviamente, me había encontrado la vuelta, y yo no sabía tanto como creía.
Tuve el impulso de decirle todo otra vez, cuando de mis labios brotó una frase que no había dicho nunca, que tampoco había pensado y que evité todas las veces que pude después. "Te acompaño, llevame en el auto y por el camino te indico."
Una cuadra, todo bien, dos, seguíamos por el camino correcto.
En su intento por parecer honesta y seria me preguntó acerca de si estaba en pareja, le respondí que no, pero que eso no me preocupaba.
De repente dobló, tomó una dirección contraria a la que le indiqué y me dí cuenta que pasaba algo. Le hice saber que había cometido un error doblando hacia donde lo hizo y me respondió con voz calma que retomaría en la primera que pudiese.
Traté de relajarme con la excusa cuando sentí que me tocó la rodilla, al mismo tiempo preguntó no sé que cosa, los nervios no le dejaron pensar y lancé un consabido ¡ajá! lo que fue tomado como respuesta.
Luego de otra vuelta, esta vez en el sentido correcto, me pidió si podía buscar un sobre sobre el tablero del auto, en el que estaba escrita la dirección que buscaba.
Sin responder, me puse a hacerlo y encontré varios papeles pero no el sobre o papel con ninguna dirección escrita.
Echó una puteada de bronca (dentro de mi experiencia no comprendí hasta un rato después lo que verdaderamente pasaba). Mi idea a esta altura era llegar a la calle indicada, bajar y despedirme tranquilamente del auto como si nada hubiera pasado, la sola idea de lo que pasaría después me hubiera aterrado, pero en ese momento la simple sospecha no significó nada, entre la boludez propia de los 14 años y la inexperiencia evidente de la que me enorgullecía, estaba siendo víctima de una que tenía muy claro lo que quería y lo que debía hacer para conseguirlo.
Dobló una vez más sin explicación aparente y mirándome ya con ganas me dijo que debía pasar a buscar la dirección que, por supuesto, se había olvidado.
Me consultó si tenía apuro en irme y le dije que no demasiado, y con una sonrisa de oreja a oreja me pidió por favor que si no era molestia la acompañara a su casa a pocas cuadras de allí, le volví a contestar que no había problema y me agradeció.
Sos muy dulce, sabés, me dijo, y confirmé las sospechas en el momento mismo en que estacionó el auto, a tres cuadras de la calle por la que me consultó al principio. Pensé que era muy extraño que no conociera una calle a tres cuadras de la casa y encima si tenía auto. Agarró las cosas de arriba del tablero y sacó otros papeles de la guantera al tiempo que yo no dejaba de ver los cabellos morochos que rozaban mis pantalones por la posición encorvada que había tomado para la maniobra.
Hasta ese momento no había reparado en la calentura que me producía toda la situación, pero de repente sentí brotar fuego de mi entrepierna, un fuego que no había sentido antes y que no cabía dudas de que era sexual.
Mirá, me dijo, con voz pausada, pensaba que podía entrar a casa y salir en unos minutos con la dirección mientras vos esperabas en el auto, pero no estoy segura de dónde está el famoso sobre porque tendría que estar entre estos papeles, así que si no te molesta me acompañas a casa, así busco más tranquilamente, cierro bien el auto y te invito un café. Acepté; ya estaban jugadas todas las cartas.
Subimos al pequeño ascensor y tuvimos el primer franeleo,
me besó el cuello y mi sexo estaba por explotar. Lo que sucedió después imaginátelo.

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