sábado, 23 de mayo de 2009

La Secretaria

Se puede decir que no la conocía, ya que la veía una vez al mes cuando pasaba por su trabajo, ni el nombre me acuerdo, si es que alguna vez lo supe. Solo sabía que la secretaria de 22 años tenía lo suyo pero por mi ética de trabajo no iba a decirle nada.
Uno nunca sabe qué puede perder, y en el fondo de esa actitud moral se esconde casi siempre un temor mayúsculo que se mezcla con represiones y el temor cierto a ser descubierto en una falta.
Queda claro que no era yo quien iba a avanzar, así que después de cuatro o cinco visitas la piba esta me agarró de la barba y me pegó un chupón de sorpresa.
Todavía sin saber cómo reaccionar me fuí. Unas cuadras más allá ya me pegaba la cabeza contra el volante por lo idiota, pero era tarde para volver.
Busqué un excusa tonta para ir al día siguiente, pero el clima no era el mismo. Otra vez me fuí sin decir demasiado. No hubo beso.
Insistí en verla una semana después, porque tenía la lucha interna entre atender a mi trabajo o a mis deseos. Cuando abrió la puerta le dí yo un beso agarrándola del cuello sin dejar siquiera el maletín que tenía en la otra mano. Ella cerró de un portazo con el brazo por atrás de mi espalda y me siguió besando.
Había calculado la hora, ella debería estar desocupada y así fué, no nos dijimos nada y nos apretamos en el hall más de diez minutos.
Sentía sus duras tetas en mi pecho, tenía agarrado su culo con una mano y el maletín con la otra.
En un momento lo solté y cayó pesado al suelo, en ese momento la solté y dí un paso atrás.
Con las dos manos la tomé de la camisa blanca y desprendí los botones, Su corpiño de era rosado y ella, con la habilidad propia de las mujeres se lo soltó con una mano. Me arrodillé y lo subí dejando libres las firmes tetas que empecé a chupar casi con hambre mientras agarraba los cachetes del culo con fuerza.
Al mismo tiempo ella subía su pollera negra de algodón y con la punta de los dedos empezó a desabotonar mi camisa, así que me levanté y la dejé hacer.
Me besó las tetillas, el estómago y me bajó el cierre. En ese momento se paró y le partí la boca mordiéndole los labios mientras mi mano entraba por la cintura de la pollera hasta tocarle el clítoris.
Ahí lanzó un gemido y con sus manos bajó de un tirón su pollera y su bombacha hasta pasar las rodillas.
La tenía toda para mí y me volví a arrodillar y le chupé la concha lo mejor que pude en esa posición. Ahora sí que estaba gimiendo con ganas y tuvo la fuerza necesaria para agarrarme de la pera y separarme para decir que fuéramos a su oficina para estar más cómodos.
Yo miré de refilón su escritorio lleno de cosas, su sillón chico y le dije quedémonos acá, mientras la agarraba de las manos y la ayudaba a bajar hasta el suelo.
Un segundo después me saqué un zapato y el pantalón de una sola pierna, la otra quedó enganchada con el otro zapato.
No podía distaerme más, tenía a mi lado a una mujercita de 22 años, con la piel tostada por la cama solar y en pelotas esperándome, no iba a preocuparme por un pantalón. Si tuve tiempo de bajar el slip a las rodillas y con un movimiento del pie libre lo dejé trabado con el pantalón, era todo lo que estaba dispuesto a dejar de mirarla.
Le chupé otra vez las tetas y ella me agarró la poronga con las dos manos que ya estaba al palo.
Despacio, si dejar de lamer sus pezones por turnos me subí arriba y ella acomodó mi verga frotándola por toda la concha tres veces.
Cuando la dejó quieta se la clavé muy fácil, estaba toda mojada y pegó un grito, por mi brusquedad. Una vez adentro de su concha la dejé unos momentos inmóvil y despacio empezó la morocha a moverse. Fueron casi dos minutos de resoplidos y gemidos hasta que jadeó y supe que había acabado, ella me tenía abrazado por debajo de mis brazos y en ese momento me clavó todas las uñas en la espalda. Fué la señal que esperaba para empezar a bombearla yo. Cuando quise hacerme un poco para atrás sus labios de la concha me la sacaron y ella dijo cómo me acabé, yo con un beso en el cuello le dije que había un poco más. Estaba tan mojada que cuando arremetí contra su conchita tierna entró sola hasta la mitad. Pegó un gritito y se la clavé más despacio desde ahí. Empecé a moverme al ritmo de sus gemidos que me calentaban la oreja.
Venía aguantando para no acabar pero todo estaba tan caliente que cuando sentí que me faltaba poco solté mis brazos y me acosté sobre ella y con las manos libres le agrarré los cachetes del culo para levantarla y clavarla más profundo. Empezó a mover la cabeza para todos lados como en un ataque de nervios y pedía más, más.
Estaba cerca de acabar, ya sentía el calor de su cuerpo en todo el mío y lo único que se me ocurrió en la posición en que estaba era meterle un dedo en el culo.
Así, más, dijo, cuando yo le empezaba a penetrar el orto con el dedo gordo. Así, dijo de nuevo y le clavé el dedo a fondo. La tenía penetrada por los dos lados y sus piernas se habían levantado para facilitarme la tarea.
No sé de dónde saqué fuerzas para sacar verga y dedo al mismo tiempo cuando me dijo no me vas a dejar así, no.
Claro que no, pero yo ahora necesitaba, por Dios que necesitaba enterrarle ese hermoso culo y le dije.
No papi, hoy no hay cola, otro día voy a estar más tranquila y te lo doy, pero ahora no.
Yo no sabía si clavármela de nuevo por la concha, estaba recaliente para dejar y ella me dijo acostate vos.
Mientras se sentaba me dijo que muy pocas veces la habían calentado tanto la primera vez, pero lo que voy a hacer ahora nunca lo hice hasta por lo menos el tercer mes. Miró a mi verga, la agarró con una mano y se la frotó contra las tetas, el cuello y luego la cara.
Yo rogaba el momento en que abriera la boca cuando sacó la lengua y empezó a lamerla de arriba para abajo poniéndola más dura todavía.
Después abrió los labios y no pude contener el empujón que pegué desde el suelo hasta metérsela mucho. Ella, sin sacársela, se contuvo y respiró profundo tres o cuatro veces. Después empezó a chuparme la cabeza de la poronga a su ritmo mientras la tenía agarrada por la base. Yo la tenía muy caliente y quise empezar a empujar de vuelta. Me puso su otra mano en la panza para que no me mueva y me miró con esos ojos cafés, con la cabeza adentro de su boca.
No pude más, y ella apuró su ritmo lo que me hizo acabarla por completo, le llené la boca, y ella absorbió todo mi semen y volvió a lemerme la cabeza.
Un hilo de mi jugo se le escapó por el costado y se lo limpió con una mano dándome un beso en la punta de la verga dando por concluida su misión.
Se levantó y me dijo que iba al baño, levantó sus ropas que estaban arrugadas abajo nuestro y se fué.
Aproveché a sentarme, acomodarme la ropa que estaba hecha un nudo en mi tobillo y antes de pararme preferí seguir acostado un par de minutos. Busqué un pucho en el bolsillo del pantalón, el paquete se había abollado pero saqué uno y lo prendí.
Apareció bien vestida, perfumada y con aliento a menta unos minutos más tarde, yo seguía en el piso con mi faso y me trajo un cenicero. Se sentó al lado mío y me besó la oreja, dijo que no había pensado que fuera tan bueno, que de sospecharlo me habría avanzado mucho antes y que estaba muy contenta por el mágico momento que habíamos pasado. Yo me dí vuelta para quedar frente a frente y poder besarla, lo que hizo que volviéramos a apretar esta vez en el piso los dos.
Le puse un brazo por debajo de su cabeza como almohada para apretarla fuerte y la otra mano en su carnoso culo, por debajo de la pollera a través de la cintura.
Ella dejó sus manos al frente, con una me acarició y con la otra me agarró la verga, por fuera del pantalón.
Nos besamos mucho, e incluso más lindo que antes, yo la masajeaba y ella a mí.
Había sido un final espectacular para un momento sólo soñado cuando ella empezó a desabrocharme de nuevo la camisa y empezamos otra vez.
Pero esa es otra historia.

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